lunes, 21 de noviembre de 2011

Dos sillas y una mesa, por favor

Por: Juan Pablo López – Columnista invitado

La selección Colombia debió encarar la tercera y cuarta fecha de las eliminatorias clasificatorias rumbo a la Copa del Mundo 2014 frente a una crecida Venezuela, una siempre agrandada Argentina y a los propios regalos del elenco cafetero donados expresamente a sus rivales.

La Tricolor inició su ciclo con pie izquierdo, o mejor, con la pierna derecha de Falcao y su leve lesión que lo dejó por fuera de los dos enfrentamientos eliminatorios, pero afortunadamente Leonel Álvarez manifestó que “Jason lo reemplazaría”. A la lesión del “Tigre”, se sumó la del volante del Valenciennes Carlos Sánchez y la ausencia totalmente justificada de Juan Camilo Zúñiga por el nacimiento de su segundo hijo para el clásico bolivariano.

El estadio Metropolitano Roberto Meléndez de Barranquilla era una caldera empapada por la lluvia cuantiosa que caía para enfrentar a los venezolanos el 11-11-11. Las caras nuevas y discutidas, militantes en el fútbol local no fueron un impedimento para que Colombia dominara a la Vinotinto en la primera parte del compromiso; por el contrario, Vallejo, Bolívar y Dorlan contribuyeron a la genialidad párvula de James Rodríguez y al buen momento de Jackson para que todo derivara en un disparo balístico que desenfundó Fredy Guarín y que no pudo controlar el golero Renny Vega, terminando en las redes del arco visitante.

El desgaste se hizo evidente para ambos conjuntos, sin embargo, la Selección tuvo profundidad en algunas oportunidades, pero se erraron goles infames, como el de “Bocón” Gutiérrez (así tituló recientemente el Diario Olé en portada) debajo del arco. La lectura del partido era clara: darle aire al medio campo y al ataque, respectivamente, eran las variantes obvias que se debieron realizar, pero la lluvia torrencial ya había mojando el pelo de Leonel, cegándolo por completo y aumentando la desesperación de un público impotente.


Fue entonces cuando empezaron las intervenciones, visitas, reuniones, conferencias y aparentes discusiones entre Leonel y Comesaña, que tuvo que reiterar sus asesorías después del tanto venezolano tras un infortunado error del hombre del Atlético de Madrid Amaranto Perea. Técnico y asesor… perdón; técnico y asistente o, siendo más sensatos, asistente y técnico lograron coincidir, pero fue un poco tarde. Sólo quedaban tres minutos de juego cuando hicieron ingresar a Dayro Moreno. ¿A qué? Eso sólo se supo en las deliberaciones íntimas de Álvarez, Julio Avelino y el mensajero estrella Elkin Sánchez. Todo concluyó con el nefasto empate, quinto en la historia de los enfrentamientos contra el equipo del soberbio pero eficaz César Farías por eliminatorias sudamericanas.

Para el segundo compromiso la selección Argentina llegó en crisis, pero también son profetas en tierras ajenas y el público costeño contribuyó para que se sintieran locales con su calidez característica. La previa fue picante para el partido que se realizó en el calor dantesco e infernal de las 4:00 p.m. en “La Arenosa”, gracias al esfuercito que por fin hicieron Bedoya y compañía (lástima que nos salió el tiro por la culata) al no dejar que Don Julio cambiara la hora del partido para horas nocturnas de menos bochorno.


La Albiceleste no ganaba en tierras colombianas desde el año 2000, pero desde tiempos ochenteros siempre anotaron figuras rimbombantes como Jorge Burruchaga, Ramón Medina Bello, Claudio el “Piojo” López, Gabriel Omar Batistuta, Hernán Crespo o el “crack” contemporáneo Lionel Messi, y esta vez no fue la excepción por las ventajas que dio el equipo colombiano, facilitando su problema de “timidez” con pocas pero suficientes y certeras intervenciones en el juego.

El conjunto colombiano comenzó ganando gracias a un autogol de Javier Mascherano, pero el brasileño Salvio Fagundes hizo caso omiso y se lo anotó a Dorlan Pabón. Los gauchos culminaron los primeros 45  minutos totalmente reventados, pero para el segundo tiempo salieron mágicamente enteros, corriendo y descansando con la pelota en sus pies, mientras que Colombia se metió atrás cediendo la posesión del balón al equipo de Sabella. Cansada y carente de liderazgo, la Selección recibió el primer gol gracias a una desinteligencia en defensa, evidenciando que definitivamente los jugadores tampoco le colaboraron a Leonel Álvarez en su gestión para ambos partidos.

Todo en cancha pareció ser una crónica de una muerte anunciada, crónica que Comesaña no quiso revivir y reanudó las conversaciones arduas y extensas con Leonel, tanto así que el cuarto árbitro tuvo que interrumpir la jocosa plática de ambos estrategas. Julio Avelino y Álvarez no tuvieron dónde sentarse para poder analizar que hacer con un partido qué tuvo otro error colombiano que firmó la segunda anotación argentina por parte del “Kun” Agüero, pero lo peor fue que ni siquiera los cambios realizados por la presión del público en “Curramba” dieron solución a la debacle que fue Colombia en los segundos 45 minutos.


Retomando a García Márquez, él alguna vez afirmó que “la sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada”, pero esta vez pienso que la sabiduría ni siquiera llegó, simple y llanamente porque no existe tal madurez y bagaje en el cuerpo técnico, con el agravante de que no hubo una silla para que Comesaña se sentara apaciblemente a dilucidar con Leo qué era lo mejor para la Selección

Leonel había acotado que “contra Argentina hay que cuadrar caja”, pero sólo obtuvo un desfalco abrupto en los resultados y en el postpartido asintió lo siguiente: “Aceto que el único responsable soy yo”. El cinco legendario de aquellas selecciones Colombia de los noventa y ahora técnico de la Tricolor, eximió de culpas a sus jugadores, que tienen gran parte de la responsabilidad del funesto y ominoso arranque eliminatorio, pero en boca de todos el culpable y máximo responsable es Leonel Álvarez.

Ahora sólo me queda hacer una humilde petición al honorable señor Álvaro González, vía Luís Bedoya, de que ¡por favor! gestionen dos sillas y una mesita para que Leonel y Comesaña puedan verse en la penosa tarea de meditar tranquilamente a centímetros del terreno de juego el qué, cuándo y cómo hacer las elecciones y cambios tácticos adecuados, pertinentes y oportunos para los próximos compromisos que nos llevarán de regreso a un Mundial… claro, si es que no echan a Leonel mientras usted lee esta columna.

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