lunes, 16 de mayo de 2011

La triste decadencia de los Superclásicos

Hoy en día, ver un Boca vs. River es algo deprimente en cuanto a lo futbolístico. Si no fuera por el folclore de las hinchadas y la gente, el cotejo sería igual o más aburrido que mirar una partida de ajedrez.

El juego que se disputó ayer en la cancha de Boca tuvo como factores principales dos errores del arquero de River -incluido un autogol-, Juan Pablo Carrizo, quien es, para mí, el mejor portero del campeonato. Esto demuestra la pobreza de los dos equipos a la hora de elaborar jugadas y atacar el arco rival.

Boca no había pateado una sola vez al arco y -a pesar de que River estaba llegando más a la portería de Lucchetti- en dos minutos, tras dos desaciertos de la defensa millonaria, se logró poner en ventaja por 2 a 0. El segundo gol fue anotado por el "Titán" Martín Palermo, que dentro de las pocas cosas que hay para resaltar de este mezquino partido, fue la anotación conseguida por el goleador histórico de Boca sabiendo que era su último Superclásico.

El 9 xeneize, precisamente, puede dar fe de lo que era un Boca - River de verdad, esos que se jugaban a muerte porque el que ganaba quedaba con más opciones de llevarse el campeonato. Ahora, Boca juega por mejorar la imagen ante su hinchada después de haber hecho un torneo fatal. Y River, por otro lado, disputa este partido pensando, increíblemente, en zafar de la promoción y del descenso que desde finales del año pasado lo viene acechando de forma permanente; cosa que hace una década era algo impensado en un grande como el conjunto de la banda.

Y hablando de los Super de hace 10 años y retomando las equivocaciones de Carrizo, hay que marcar que antes estos partidos no se ganaban con los errores del otro sino con méritos propios.

Anteriormente, los jugadores que formaban parte de estas gigantescas instituciones a nivel munidal sentían la camiseta de verdad y uno podía asegurar que eran fanáticos de los colores que estaban defendiendo, incluyendo a los extranjeros. Ahora, parece que los que tienen el privilegio de disputar un enfrentamiento de estos no tienen sangre y hacen como si estuvieran jugando un partido por la tercera fecha de la segunda división del fútbol ruso.

Lo que se ve hoy, dentro de tanta frialdad, es un Clemente Rodríguez sobreactuando y haciéndose el malo, tratando de compensar lo que no hace con la pelota en discusiones tontas con un histórico de River, como lo es el "Pelado" Almeyda. Después el show que hace el capitán del equipo de Núñez provocando a la barra de Boca y luego peleando con la Policía es lamentable. Lo que antes era una añadidura a un partido en el que se juega la vida, hoy es el hecho central del mismo.

En un partido trabado en la mitad de la cancha y con tantos pases errados, seguramente los hinchas del "xeneize" extrañaron al "Chicho" Serna, a Raúl Cascini, al "Seba" Battaglia y a Juan Román Riquelme en sus mejores tiempos. Los de River, a su vez, añoraban las épocas del gran Enzo, de D'Alessandro, de Ortega y del "Negro" Astrada.

No es lo mismo ver ahora a Caruzzo e Insaurralde agarrando en el área -casi quitándoles la camiseta- y haciéndoles penal a los atacantes de River en cada pelota quieta que el "Patrón" Bermúdez animando a todo su equipo desde atrás e imponiendo condiciones con garra y actitud.

No es lo mismo ver a Funes Mori muerto de susto contra dos centrales vestidos de azul y oro que no inspiran intimidación alguna que mirar al "Conejito" Saviola, Juan Pablo Ángel y Pablo Aimar enfrentados en un durísimo duelo con Traverso y Walter Samuel que tenían detrás, nada más y nada menos, que a Óscar Córdoba.

Ni siquiera, ahora, Juan Román Riquelme puede deslumbrar con su magia, sus caños y sus pases filtrados a los aficionados y a los defensores de su tradicional rival, porque además de que no está en su más óptimo nivel, el balón nunca le llega a los pies.

Los únicos que se salvan después del partido de ayer, por el lado de Boca, son sus atacantes: Palermo -por su gol- y Mouche -el jugador más regular del equipo de Falcioni a lo largo del campeonato- que con sus desbordes hace emocionar, parar del asiento y, seguramente, hasta recordar a Rodrigo Palacio y al "Chelo" Delgado al hincha de Boca, pero a la hora de culminar la jugada hace que la gente vuelva a la realidad y se dé cuenta que esa época ya quedó en el pasado.

En River, la figura fue Mariano Pavone, que hizo todo lo que pudo por convertir un gol aprovechándose de la tibieza de los rivales que tenía en frente. El "Tanque" solito se comió a la retaguardia entera de Boca.

Al final, el llanto de Palermo es conmovedor y se debería contagiar a todos los hinchas, no sólo de Boca, sino a todos los que nos gusta el fútbol, y no sólo por su despedida sino también porque es triste ver la decadencia y la bajísima calidad de un partido que paraliza a todo un país; y por ende, el declive de unos equipos que años atrás marcaban la tendencia en el balompié mundial y en un fútbol que, a pesar de todo, puede seguir siendo considerado como uno de los mejores y más emocionantes del planeta.

Pablo Rios González
Twitter: @pabloriosg